Bula Matari

Gaspar Oliver

Los nativos africanos llamaron a Henry Morton Stanley Bula Matari, que quiere decir el que rompe las piedras, porque el explorador por antonomasia empleaba la dinamita para abrirse paso por el alto Congo, que navegaba con un yate desmontable. Cuando Stanley llegó al Atlántico y estableció contacto con su civilización se enteró de que su novia le había dejado por otro. A Baltasar Quesada, empresario de la construcción, tan formal que sus colegas le toman por calvinista, le deja su mujer para irse con un aventurero que fue compañero suyo de colegio y emigró a Sudáfrica en busca de fortuna. En cierta forma es la historia de Stanley al revés. Emprende su búsqueda, dando tumbos por el Congo Brazaville, el Zaire, Angola y finalmente Nueva York. Sin enterarse se convierte en actor pasivo de un episodio de tráfico de diamantes. La historia se desarrolla en escenarios reales y con episodios reales, convenientemente disimulados. Se sitúa en el mundo que acababa de ser bipolar y se había convertido en esquizofrénico.

 

 

El editor de “Perinquiets Libros” entrevista a Gaspar Oliver

Fernando.- Buenos días señor Oliver. Me gustaría que habláramos un rato sobre su novela “Bula Matari”.

Gaspar.- Buenos días, señor Bellón. Encantado de hacerlo.

Fernando.- En “Perinquiets-Libros” tiene usted publicadas dos novelas, la citada y “Maldita Ypérbula”, y dos relatos, “El Hombre Osmótico” y “La Sombra de una mirada”. ¿Qué hay en común en los cuatro textos?

Gaspar.- Hombre, pues… que han salido de la misma cabezota y de la misma mano. Pero ya entiendo que no se refiere usted a eso. Vale, vale. El caso es que me cuesta trabajo responder con precisión. ¿El estilo? ¿La poca trascendencia de los personajes? ¿La época que enmarca los relatos?

Fernando.- Empecemos por esto último.

Gaspar.- Bueno, sí. Todos están escritos en los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado… ¡No, no! “Ypérbula” la escribí ya en el siglo XXI, aunque la realidad fingida que sostiene la historia bien podría pertenecer al siglo anterior.

Fernando.- ¿Le sucede a usted lo que a don Pío Baroja, que decía encontrarse más a gusto en el siglo XIX que en el XX?

Gaspar.- Baroja, vaya… Baroja es mi escritor favorito. Lo he leído casi todo de él, algunas novelas dos o tres veces. Es mi modelo. Pero no hasta el extremo de intentar suplantar su personalidad, y desde luego carezco de su energía creativa y de su genio. Lo cierto es que el siglo XXI empezó caracterizándose por el exceso en todos los ámbitos, algo que hasta entonces solo había sucedido en las guerras. Las del siglo XX han sido las más catastróficas.

Fernando.- ¿A qué tipo de excesos se refiere?

Gaspar.- Al islamismo, las Torres Gemelas, la guerra de Irak, ¿no? Al cañonazo digital. Al mercado pletórico, el comercio global. A la crisis económica que ha dado la vuelta al sistema productivo, y nos está dejando a los que no nos dedicamos a la especulación financiera en paños menores. A la pandemia del Covid 19, que yo sospecho está relacionada con todo eso, un movimiento deliberado más en la dirección de robotizar a la población, de anular nuestro libre albedrío.

Fernando.- ¿Está usted hablando de conspiración?

Gaspar.- No, qué va. Estoy diciendo que los beneficiarios de todos estos bombazos son los mismos. De lo que no cuesta nada deducir que son también los fabricadores de las crisis, los que “han puesto las bombas”, dicho entre comillas. No necesitan esconderse, les vale negar las intenciones. Cinismo, hipocresía… Pero íbamos a hablar de mis novelas, ¿verdad?

Fernando.- Antes se ha referido a la intrascendencia de los personajes de sus novelas y relatos.

Gaspar.- Bueno, sí. No es que sean antihéroes, porque la novela moderna no tiene héroes. Y la novela postmoderna no tiene nada de nada. Cuando escribo una historia procuro ponerme en la piel de mis personajes, es decir, hago lo posible porque sus reacciones ante lo inesperado sean verosímiles, como si me pasara a mí. Con la diferencia de que yo ni siquiera soy un antihéroe, sino un tipo demasiado juicioso como para meterme en líos.

Fernando.- Sí, las novelas de aventuras, las de toda la vida, como las de don Pío, consisten en que los personajes se meten en líos o les sobreviene un conflicto.

Gaspar.- Eso es. Los best sellers, las películas y las series de televisión se construyen sobre barbaridades improbabilísimas. Por eso me esfuerzo en no matar a nadie, ni en persecuciones, ni en sorpresas inverosímiles. Mis personajes son tipos corrientes a quienes pasan cosas corrientes. Al protagonista de “Bula Matari”, Baltasar Quesada, abandonado sin avisar por su mujer, acaba haciendo un itinerario excepcional en su búsqueda, por África y luego en NuevaYork, no le pasa nada inverosímil. Soy “espinosiano”, este filosofo hispano portugués nacido en Holanda que se esforzó en demostrar que nada en la Biblia es sobrenatural, todo es explicable según la recta razón. Eso le convirtió en un sacrílego. Yo no soy nada sacrílego, pero me gusta que las aventuras sean “naturales”, también dicho entre comillas.

Fernando.- La historia tiene dos tramas.

Gaspar.- Sí. La de la búsqueda de la mujer de Baltasar Quesada, y la del follón de tráfico de diamantes y de armas del antagonista, Néstor León. Me baso en la transición en Suráfrica, donde pasé un mes en casa de un amigo común suyo y mío. Leí mucho y hablé con mucha gente, incluidos ministros boere y mestizos. Luego estuve también una temporadita en Nueva York, pasando por Washington y por Baltimore. Son ciudades que se han amoldado a la imagen que se han fabricado en el cine y la literatura, es decir, que primero se ha inventado la ciudad ficticia, y luego se ha implantado en la real. Tomé muchos apuntes en todos los casos. Me documenté. “Bula Matari” admite todo tipo de crítica, pero no la de fantasear con la realidad. La técnica de toda novela o guión es combinar varias tramas o subtramas de un modo atractivo. Si se consigue, el éxito es seguro.

Fernando.- Pero no la ha publicado en papel.

Gaspar.- Entiendo que no habla en serio, siendo el editor de “Perinquiets-Libros”. Podía haberla autoeditado. Pero al coste de la publicación se añade al tostón de la distribución. Se la acabas regalando a los amigos. Por eso es una buena idea la de regalar tus libros digitalmente. No tiene casi coste. En ningún país del mundo te publican una novela si no tienes amigos editores, que ni usted ni yo tenemos, o el editor puede explotar tu celebridad previa, sea del tipo que sea.

Fernando.- Sí era una broma. ¿Asistió a alguna sesión de espiritismo africano, que también aparece en la novela?

Gaspar.- No. Pero también me documenté con libros académicos y con un sacerdote católico que sí conocía el paño. El novelista usa a conveniencia la imaginación. Mi idea de la imaginación no es nada mítica o fantasiosa. Soy “espinosiano”, ya le he dicho. Nunca pasaría una noche en una casa habitada por supuestos fantasmas. Pero si tuviera que explicar una aparición, buscaría una explicación natural.

Fernando.- ¿Racional?

Gaspar.- No, natural. Todo lo que piensa o ejecuta el ser humano es racional. La llamada locura es racional.

Fernando.- Pero el relato “La sombra de una mirada” introduce a don Quijote y a una autoestopista milagrosa que desaparece.

Gaspar.- Es una alegoría. ¿Conoce la teoría literaria de los mundos imposibles?

Fernando.- Vagamente.

Gaspar.- Yo tampoco tengo una idea redonda, académica, porque soy perezoso y duro de mollera. Se trata de narraciones en las que se produce una ruptura de la lógica ficcional. Una ficción que presenta un mundo no verosímil, como las novelas de fantasía, de hadas, de ciencia ficción. Es la literatura más antigua, la de las sagas babilónicas, la épica griega, los ciclos artúricos, la novela de caballerías. Bueno, pues en “La sombra de una mirada”, que es una descripción realista e impávida de las tropelías y corruptelas de la Transición Política Española, me permito incluir a don Quijote y a un fantasma, que vienen a representar la locura cuerda e inocua, frente a la cordura agresiva a la que tenemos que acostumbrarnos para sobrevivir.

Fernando.- Muy bien expuesto, Gaspar. Otro día hablaremos de la novela “Maldita Ypérbula”. Gracias.

Gaspar.- A su disposición.

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