Sevilla no se concibe sin turistas desde el siglo XIX. Debe ser una de las ciudades españolas más visitadas. Enjambres de nacionales y extranjeros recorrían a diario sus barrios, y atestaban calles y plazas sobre todo a la hora del aperitivo. Las colas para entrar en la catedral o subir a la Giralda eran kilométricas. A los cocheros no les faltaba trabajo. La hostelería estaba a reventar. El Alcázar y sus jardines eran un hormiguero de gente.
De pronto, un invisible virus se ha cargado el negocio. A primeros de julio del 2020, el editor de Perinquiets-Libros y su mujer pasaron allí una semana en casa de unos parientes. Las fotos que aquí se muestran son el resultado de dos paseos por una Sevilla semidesierta, al menos de turistas. Estaba más hermosa que de costumbre, sin plagas, sin enjambres. Quizá sea un paso hacia un turismo más racional, sostenible, como se dice ahora, con beneficios para los visitantes y para los hosteleros. Ojalá.