No sirven para llamar por teléfono, pero sí para llamar la atención. Sin excepción publicitan espectáculos de iniciativa privada y de iniciativa pública. Por lo general estos cartelitos se pegan en paredes de solares o de edificios abandonados, unos encima de otros, palimpsesto de la era digital, que es el colmo del anacronismo. Parece desprenderse de la incoherencia un propósito hipócrita: dar a entender al impreciso público-diana que se trata de ofertas alternativas, que no es un producto de consumo efímero, que es espectáculo auténtico, políticamente correcto, LGTBI, respetuoso con el medio ambiente y con el bienestar animal, indoloro, inodoro e insípido. Este es el destino de la tecnología obsoleta, acabar como soporte de carteles de circo. Las fotografías están tomadas en el centro de Valencia en febrero de 2022 por Segismundo Bombardier en una de sus visitas desde Francia. Al hombre le llaman la atención estas cosas.