Fernando Bellón, editor de Perinquiets-Libros
El gobierno de los pueblos se considera una ciencia, sólo por el hecho de que los ensayistas y publicistas de antaño, filósofos y sofistas, trazaron ya sus mapas políticos. La veteranía no hace el oficio, sino la práctica, el error y el propósito de enmienda, que se da poco entre los cargos públicos.
Uno de los argumentos para certificar el progreso de los seres humanos (de la Humanidad metafísica) es comparar el presente con el pasado, y concluir que vivimos mejor. Antes hemos advertido que no hay que confundir el avance de los conocimientos científicos y tecnológicos con las costumbres y las formas de gobierno. A la magia sucede el animismo, a este el paganismo, y luego vienen las religiones monoteístas, hablando a grandes rasgos. Pero a poco que miremos a nuestro alrededor, comprobamos que esto es sólo válido en Occidente (Europa, norte de África y desde 1492, las Américas descubiertas y colonizadas por españoles y portugueses, que se merendaron en el siglo XIX los anglosajones). La India, la China, el Japón, casi toda África y Oceanía, donde vive el doble o el triple de gente que en nuestras orgullosas tierras que hasta ahora nos han llenado de satisfacción, no encajan en el modelo.